Cuando estaba a punto de cerrar la caja noto una polvorienta libreta, que no había visto desde hacía años. Era negra con una tapa de cuero, pasó tantas noches sosteniéndola en sus piernas, sentada al pie de su cama. Cuántas historias de princesas, corceles y galletas, habría amado escribir ahí. Mas sólo tenía la primera página
con algunos garabatos.
El tiempo nunca estaba de su lado, puso la libreta encima de la cómoda. Sin poder llenar sus paginas, una vez más. Salió a comprar. Camino en medio de las tiendas, mirando sin ver nada. Había esperado meses para poder guardar el libraco y comprar uno nuevo, limpio y libre de abolladuras. Pero mientras deambulaba, solo podía pensar en esa libreta negra que nunca uso en su juventud.
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