"Se despertó desorientada, cuando sonó la sirena. Era una mañana fría, en verdad no sabía si era de madrugada o sólo era la lluvia. Miró el reloj, eran las siete. No había nadie, la casa era suya. El destello de luz que entraba por la ventana de la cocina la hipnotizo, ahora entendía porque su gato siempre miraba al vació. Se desvistió amaba sentir algo de ventisca en su piel. Parada en medio de la sala perdida en el goteo, que se deslizaba por la pared. "Hay que arreglar esa fisura", pensó. La muralla tenia venas y el correr del agua dejaba marcas.
Sólo pensó en arreglar todo por deber, en realidad amaba sus imperfecciones. Se apoyo en la mesa y el rose del frió metal con su piel desnuda, le dio un escalofrió. La tormenta había pasado, pero la lluvia no paraba. Se dirigió lentamente al sillón, respiro profundamente y trato de dejar su mente en blanco. No podía entender como ya no tenia ganas de llorar, la música ya no la aterraba. Ese amor de historias de guerra, que pensó que duraría por siempre, ya no la llenaba. No estaba vacía, sólo era ella. Por primera vez sin necesidad, simplemente se amaba y era feliz. Esas nuevas sensaciones de libertad la tenían complacida y... no, solo eso. Complacida, con placer.
Se puso ese vestido con flores que odiaba y fue a caminar. Los chubascos la limpiaron y terminaron de despertarla. Las nubes corrían y era imposible no lanzarse al vació. Fue un día perfecto."
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