Están esas orugas, que son como peludas y blancas. Son acariciables y asquerosas al mismo tiempo. Creo que ellas caminan sobre mi cabeza de noche. Se escucha un ruidito fino, un poco pegajoso, cuando llegan.
Las odio, las necesito, creo que voy a vomitar.
Es como si escuchara a cada uno de mis órganos moverse lentamente. No sé si el ruido esta adentro o afuera. Sólo sé que viene cada noche, me acompaña y se va.
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