Odio sin
medida, amor ahogante, calor sumiso y amistades lejanas. Huyeron.
El manto del miedo les cubría de una forma u otra. Pero sin terceros era más fácil reconocer las raíces de las rencillas.
Fueron años de caramelos, arcoíris, arpegios volátiles y lujuria. El tiempo pasa, el amor existe, es complejo y arbitrario, pero más que nada es temeroso.
Así todo se va envenenando de a poco, el virus letal del miedo te alcanza, sin importar el tiempo y las distancias.
El manto del miedo les cubría de una forma u otra. Pero sin terceros era más fácil reconocer las raíces de las rencillas.
Fueron años de caramelos, arcoíris, arpegios volátiles y lujuria. El tiempo pasa, el amor existe, es complejo y arbitrario, pero más que nada es temeroso.
Así todo se va envenenando de a poco, el virus letal del miedo te alcanza, sin importar el tiempo y las distancias.
Era
simple, ella se miraba al espejo y no se gustaba, sentía entre asco y pena.
Él estaba hundido en su egoísmo y sombras.
Las cosas se movían por inercia, era el momento de aceptar la derrota.
Pero no sería así de sencillo, neciamente decidió entregarle la responsabilidad de cerrar la puerta a él. Pasaron los días como el caudal de un rió, después de una tormenta.
Hasta que se dio por vencida, ese día llego la carta:
Él estaba hundido en su egoísmo y sombras.
Las cosas se movían por inercia, era el momento de aceptar la derrota.
Pero no sería así de sencillo, neciamente decidió entregarle la responsabilidad de cerrar la puerta a él. Pasaron los días como el caudal de un rió, después de una tormenta.
Hasta que se dio por vencida, ese día llego la carta:
Querida (nn):
Ya no puedo más. Te amo,
pero no puedo. Debía por lo menos decirlo. Vive una vida feliz.
Amor (nn2)
Era el
fin de una era y que la curación empiece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario